El encantador de serpientes
Cuando el encantador de serpientes toma las riendas de la ciudad los súbditos expresan su satisfacción: nada encuentran comparable a ese prodigioso poder que logra conjurar todo peligro. Piensan, además, que mientras dure la danza de las serpientes no hay que temer la picadura. No saben que es precisamente a través de su danza que se inocula el veneno. Rafael Argullol